11 abril, 2010

Anecdótica Médica de Hermilio Valdizán

.

.
Copio a continuación algunos pasajes del libro "Anecdótica Médica", en el cual su autor -el reconocido médico psiquiatra peruano Hermilio Valdizán-, nos demuestra con gracia y elegancia, que la historia de la medicina no se construye únicamente con adustos testimonios y solemnes homenajes. Impreso en 1924 en los talleres gráficos del entonces Asilo "Víctor Larco Herrera", puedo preciarme de contar con un ejemplar sellado por el mismísimo Valdizán, como puede verse más abajo. Sin más irrelevante preámbulo, os dejo con la lectura, no sin antes advertir que el autor no se anda con remilgos discursivos al abordar ciertos temas, que no suelen ruborizar a los galenos.

DOS PALABRAS

La anécdota tiene un valor considerable en la historia: ella es, por decirlo así, un verdadero comprimido histórico, de una elocuencia a las veces más considerable que muchas páginas. Y tiene la ventaja grandísima de expresar sintéticamente, con laconismo que hace la percepción más intensa, las características esenciales de épocas y personas. Y auna a esta ventaja aquella de consignar características que escapan a la estudiada seriedad de la historia o a equivocadas interpretaciones del respeto que épocas y personas deben merecerle al historiador.

He creído que nuestra ANECDÓTICA MÉDICA debe ser conservada: ella vive refugiada en el recuerdo de nuestros viejos; pero está destinada a desaparecer si no la procuramos un más seguro refugio y es éste el que representa este pequeño volumen destinado a circular solamente entre nuestros compañeros del presente y aquellos del porvenir, hoy estudiantes, a quienes me permito encarecer la continuación de este mi pequeño conservador.

He procurado conservar, con la mayor fidelidad posible, el relato que me ha sido hecho de las anécdotas que consigno en este tomo y, en el mayor número de casos, he procurado dar el nombre de los personajes, nombre que he silenciado cuando consideraciones de orden moral me han movido a referir "el milagro" callando el nombre del santo.

Empeño inofensivo de coleccionista bien intencionado, con un amable e interesante precursor en la "chismografía" del poeta GÁLVEZ, espero que no será de mortificación, ni siquiera leve, para algunos de los protagonistas.

Mis agradecimientos muy sinceros a ese formidable artista que hay en Jorge SEOANE. Sus ilustraciones representan el mayor mérito de este libro.
H.V.

Lima, 1924

(...)
NOTICIAS

Época hubo, en los hospitales del Perú, en que una sola jeringa restaba sus servicios a todos los enfermos de un hospital. El funcionario encargado de emplear el aparato (aparato en bronce, a tipo de émbolo y de respetables dimensiones), armado de él, recorría plácidamente las salas y llenaba su cometido terapéutico. De tal práctica tomó origen el nombre de "jeringa de hospital" que se daba a aquellas personas intrusas, entrometidas, indiscretas, que intervenían en todo, debiesen o no debiesen hacerlo. Y de tales sujetos se decía, coprolálicamente por cierto, eran como la jeringa del hospital
que en todo o......
se mete.
(...)

El año de 1914 el doctor Nemesio FERNÁNDEZ CONCHA operó, en su sala de "Santo Domingo" del Hospital "Dos de Mayo", empleando la anestesia...... al cognac. Se trataba de un sujeto español, alcoholista habitual, cuya anestesia al cloroformo, ensayada varias veces, había sido imposible y a quien era urgente extirpar un dedo de la mano izquierda. El sujeto se bebió una copa del cognac hospitalario o sea del pulcramente preparado por las Hijas de San Vicente de Paul y esperó tranquilamente el momento operatorio. Se puso en la boca una compresa e indicó con un gesto que la operación podía empezar. Y la operación se hizo, sin otras expresiones de dolor que dos o tres verdaderos gruñidos del alcoholista y la trituración de la compresa.

(...)

EL PRIMER PEDIATRA

Se trata del doctor ESPLANA, que debe ser considerado como el precursor de nuestros pediatras, médico que ejercía su profesión en Lima en el siglo XVII y cuya biografía nos hace CAVIEDES en su justamente celebrado "Diente del Parnaso", en la siguiente forma:
Cura a los niños chiquitos
Y en esto tiene tal fama
Que en la física se llama
Herodes de los ahitos.

(...)

DEL DOCTOR LEONARDO VILLAR

(...)

Desempeñando el doctor VILLAR las funciones de médico de policía de Lima, se vió obligado a conocer en un caso de violación: una lechera acusaba al peón de una hacienda de haberla violado brutalmente en uno de los caminos. Comparecieron ante el doctor VILLAR la víctima y el acusado. La primera hizo una prolija relación de hechos, que el acusado escuchaba en silencio. A relación terminada, intervino el doctor VILLAR y dijo, dirigiéndose al presunto violador:
-¿Es verdad todo esto?
-Sí, doctor, dijo el acusado.
-Entonces, agregó el médico, ¿hubo violación?
-Vaciló el acusado y respondió:
-Diga usted, señor doctor: ¿hay violación donde hubo meneo?

(...)

EL MÉTODO INTUITIVO
.
(...)

Un día, el doctor MOLINA, en el curso de la visita, iba explicándonos las lesiones constatadas en cada enferma. En tales condiciones llegamos a la cama número 8, en la cual yacía una negra, víctima de una bartolinitis.

Precisa advertir que, en aquella época, la recepción de enfermos en los hospitales, estaba más a cargo de las religiosas que de los médicos y que así andaba aquello, siendo lo más frecuente encontrarse un caso de medicina en uno de cirugía y al contrario. Y precisa advertir también que la Ginecología, si bien contaba ya con el núcleo pedagógico que fué la sala de Las Mercedes, no era tan respetada en los hospitales como lo es al presente.

El doctor MOLINA comenzó a explicarnos el mecanismo de aquella bartolinitis y, con el propósito de mejor indicarnos los detalles del proceso, la sede y las alteraciones de la glándula, etc., puso su dedo índice en el loco enfermo. Y en tanto que se expresaba, su índice no abandonaba la región. Nosotros escuchábamos atentamente y, de vez en cuando, fijábamos la pecadora mirada en los genitales de la desventurada que servía de tema de la lección.

Creo que el doctor MOLINA se extendió más de lo debido en su explicación y creo también que el índice del joven maestro abandonó la localización primitiva e incursionó hacia el clítoris. Ello es que, en plena oración clínica, la respiración anhelosa de la enferma, cierta secreción violenta de la glándula enferma y la mirada "con los ojos en blanco" de la mujer, nos indicaron los inconvenientes de la objetivación en la enseñanza clínica.
.
(...)

CINCO SOLES DE MALARIA

El Asilo Colonia "Víctor Larco Herrera", ha sido el primer establecimiento hospitalario peruano en el cual se llevó a cabo la cura de Wagner VON JAUREG en el tratamiento de la sífilis nerviosa y con un éxito brillante por cierto, en el servicio de Honorio F. DELGADO, introductor, entre nosotros, del afortunado sistema. Años después, los diarios publicaron en Lima un telegrama de Dinamarca en el cual se comunicaba como novedad el indicado tratamiento. A raíz de esta publicación recibí de Trujillo una carta de la cual tomo el párrafo siguiente:

"Remito a usted cinco soles para que se digne encargar a Dinamarca esa malaria que dicen es tan buena para curar la locura. Si acaso necesitase usted más dinero, le enviaré; pues estoy llana a cualquier sacrificio para salvar a mi enfermo".

(...)

DE LA PRÁCTICA CIVIL
.
(...)

Un anciano, enfermo del doctor DANIEL E. LAVORERÍA, le espera una mañana con la diaria novedad a que se hallaba habituado el quejumbroso y le dice:
- Doctor: un dedo se me ha puesto rígido.
- ¡Qué raro! -comenta el doctor LAVORERÍA-; a la edad de usted nada se pone rígido y sólo nos espera la rigidez cadavérica.

(...)

El doctor Enrique León GARCíA, llamado a asistir a un enfermo del pueblo, víctima de una lesión rectal, en vista del deficiente alumbrado de la habitación, pide una vela. Se la alcanzan encendida y el doctor GARCíA, vela en mano, se acerca al lecho en el cual reposa su enfermo y llegado a él le dice:
-Voltéate.
El enfermo se vuelve lentamente.
-Vamos -repite el doctor GARCíA-, voltéate bien.
El enfermo vacila todavía para obedecer la orden del médico y volviéndose a éste, le dice, con la angustia pintada en el rostro:
-Doctorcito: si va usted a metérmela, apáguela.

(...)

Refería el doctor DULANTO a sus alumnos del curso de Higiene, que en el año de 1858, durante una epidemia de fiebre amarilla en Lima, la inhumación de cadáveres tenía lugar en forma sumaria y rapidísima, por el número considerable de cadáveres que los sepultureros debían enterrar diariamente. Uno de estos enterradores, en momentos que arrojaba una paletada de tierra sobre un cadáver, observó que éste se incorporaba en la fosa y le decía, con voz angustiada:
-A mí no; que no estoy muerto.
-¿Quieres saber más que el médico? -le dijo el sepulturero y continuó su macabra labor.
Creemos que esta anécdota no es absolutamente original. Creemos haberla leído en alguna parte como ocurrida en España.

(...)

LA PIZARRA MÉDICA

El teléfono de los médicos es una adquisición relativamente moderna en Lima, en cuanto a su generalización. Y esta generalización ha dado muerte a la pizarrilla que existía en la puerta de los consultorios, con el objeto de que los clientes inscribieran en ellas la dirección y el nombre de la familia que solicitaba los servicios del médico. Algunos médicos usaban, además de estas pizarrillas, un pequeño buzón, destinado a depositar las "llamadas" que ya iban escritas y muchas veces enviadas con algún criado analfabeto.

Hay el derecho de creer que en aquellos tiempos había un gran respeto por la profesión y que no era frecuente el abuso de tales pizarrillas o buzones para anotar en las primeras o depositar en los segundos "falsas" llamadas del médico. Pero cabe sospechar que tal abuso a que hacemos referencia entró por mucho en la supresión de tales admin ículos, que tanto se prestaban al abuso de ociosos y entretenidos.

Uno de mis amigos de colegio, médico hoy, jugó, merced a las pizarrillas dichas, una mala partida a la familia PFLUCKER, domiciliada en la calle de la Caridad por los años de 1894. Habiendo tenido un disgusto con uno de los hermanos PFLUCKER, y en su deseo de venganza, tuvo la paciencia de recorrer ocho o diez consultorios de los mejores médicos de Lima, de los "que tenían coche" y citar a los dichos profesionales a una junta que debía realizarse a las 9 de la mañana del día siguiente. A la hora indicada comenzó el desfile de médicos, con la correspondiente sorpresa de la familia y con el correspondiente desagrado de los invitados a la junta.
.
El teléfono no nos ha libertado de estas bromas de mal gusto, obra muchas veces de verdaderos enfermos de Asilo. He sido llamado una vez a un barrio apartado del Callao; he concurrido solícitamente, dada la urgencia con que se me reclamaba, y me he dado con una carpintería de japoneses que ni siquiera sospechaban la existencia de un doctor VALDIZÁN.

(...)

EXÁMENES Y EXAMINADORES

(...)

Y una última del mismo doctor ROMERO:
-¿Por dónde se hace el alumbramiento?
Después de no leve vacilación, respondió el alumno:
-Por la uretra, doctor.
El doctor ROMERO se queda contemplando al alumno. Y luego, aproximándose a él, procurando no ser oído de sus compañeros de jurado, le dice:
Tal vez a usted le mearon. Lo que es a mí, me parieron.