26 enero, 2019

Eugenesia, medicina y psiquiatría en el Perú


Por: Santiago Stucchi Portocarrero

Publicado originalmente en inglés en History of Psychiatry 2018; 29 (1): 96-109.


Resumen

La eugenesia fue definida por Galton como “la ciencia que trata de todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza”. En el Perú, la eugenesia estuvo asociada con la medicina social y la higiene mental, en concordancia con la orientación neo-Lamarckiana que predominó en Latinoamérica. Los eugenistas peruanos asumieron la misión de luchar contra las enfermedades hereditarias e infecciosas, la malnutrición, el alcoholismo, la adicción a las drogas, la prostitución, la criminalidad y todo aquello que amenazara el futuro de la “raza peruana”. Hubo muchos defensores entusiastas de las medidas eugenésicas “duras”, tales como la esterilización forzada y el aborto eugenésico, pero éstas nunca fueron oficialmente implementadas en el Perú (con la excepción de la campaña de esterilización compulsiva llevada a cabo en el periodo 1995-2000). La eugenesia dominó el discurso científico durante la primera mitad del siglo XX, pero el discurso eugenésico no desapareció completamente hasta la década de 1970.

Palabras clave: Eugenesia, esterilización forzada, eutanasia, higiene mental, medicina social, racismo.


Introducción

La intervención en la reproducción con el propósito de mejorar a los seres humanos fue sugerida alrededor del año 380 a.C. por Platón en La República, como muestra la siguiente cita: “los mejores hombres deben cohabitar con las mejores mujeres en la mayor cantidad de casos posibles, y los peores con las peores en la menor cantidad, y la descendencia de unos debe ser criada y la de los otros no, si el rebaño ha de ser lo más perfecto posible” (Plato, 1937: 461). Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX que Francis Galton usó por primera vez el término “eugenesia” (del griego eugenēs, que significa “bien nacido”), definiéndola como “la ciencia que trata de todas las influencias que mejoran las cualidades innatas de una raza, además de aquellas que la desarrollan hasta su máxima ventaja” (Galton, 1904: 1). Bajo la influencia inicial del evolucionismo, el degeneracionismo y la criminología, las ideas eugenésicas dominaron el escenario científico global hasta la Segunda Guerra Mundial, proponiendo prácticas que iban desde la promoción de la natalidad entre las personas “superiores” (la denominada “eugenesia positiva”) hasta la prohibición de los matrimonios interraciales, las restricciones inmigratorias, el control de la natalidad, la esterilización obligatoria, el aborto forzado e inclusive la eutanasia, para los “inferiores” (la llamada “eugenesia negativa”) (Levine y Bashford, 2010). La supuesta “inferioridad” se refería no solo a los individuos con retardo mental, trastornos psiquiátricos y otros defectos hereditarios, sino que llegó a incluir grupos humanos más grandes; en este sentido, la eugenesia se asoció con el “racismo científico”, aunque ambos términos no son equivalentes (Adams, 1990; Levine y Bashford, 2010; Stepan, 2015). Las disciplinas relacionadas con la eugenesia fueron: la “puericultura”, la “homicultura”, la “nipiología”, la “maternología”, la “paidología”, la “demogenesia” y la “eutenesia” (Stepan, 2015; Yzú-Rossini, 2016).

En varios países aparecieron instituciones eugenésicas y leyes inspiradas en la eugenesia. Un reporte de la Comisión Internacional de Eugenesia publicado en 1924 mencionó “quince miembros plenos: Alemania, Argentina, Bélgica, Cuba, Checoeslovaquia, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, Noruega, Rusia, Suecia y Suiza. Adicionalmente, otros siete países eran elegibles para cooperación: Australia, Brasil, Canadá, Colombia, México, Nueva Zelanda y Venezuela”. (Adams, 1990: 5) 

La Oficina de Registro de Eugenesia fue fundada en los Estados Unidos en 1910, como un “centro de investigación en genética humana y para la propaganda de la eugenesia” (Selden, 1999: 5). El Instituto Káiser Guillermo para la Antropología, Genética Humana y Eugenesia abrió sus puertas en 1927 en Alemania (Weiss, 1990). En Latinoamérica tuvimos: la Sociedad Eugenésica de São Paulo, fundada en 1918; el Instituto de Medicina Social del Perú, fundado en 1927; la Sociedad Mexicana de Eugenesia, fundada en 1931, y la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina Social, fundada en 1932 (Stepan, 2015).

Bajo la legislación eugenésica, 60 000 ciudadanos fueron sujetos a esterilización forzada en los Estados Unidos entre 1927 y 1964 (según el Juez Oliver Wendell Holmes: “Tres generaciones de imbéciles son suficientes”) (Lombardo, 1985: 30, 31). En Suecia, 63 000 personas fueron esterilizadas por razones eugenésicas entre 1935 y 1975 (Mottier, 2010). La eugenesia alcanzó su clímax en Alemania, en donde el régimen Nacional Socialista promulgó la “Ley para la prevención de nacimientos con enfermedades genéticas”, en 1933. Esto llevó a la esterilización forzada de alrededor de 200 000 – 400 000 personas; posteriormente, cerca de 100 000 denominados “comedores inútiles” (pacientes enfermos mentales o con retardo) fueron asesinados en este país (Weiss, 1990: 44, 47), bajo la ideología de la Rassenhygiene (higiene racial), que terminó incluyendo a los judíos, gitanos y homosexuales.



El movimiento eugenésico presentó dos variantes, diferenciadas por las hipótesis de los mecanismos de herencia. Una –la que predominó en los países con mayorías protestantes, tales como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Escandinavia- se basó en la teoría del plasma germinal, propuesta por August Weissmann, a la vez que en las leyes de Gregor Mendel, que negaban cualquier influencia del medio ambiente en la herencia. La otra fue producto del renovado interés despertado por las ideas de Jean-Baptiste Lamarck (neo-Lamarckismo), luego de la difusión del evolucionismo de Charles Darwin; esta perspectiva aceptaba la transmisión de caracteres adquiridos, y fue adoptada en los países con poblaciones mayoritariamente católicas, como Francia, Italia, España y Latinoamérica (Moses y Stone, 2010; Turda y Gillette, 2014; Stepan, 2015). Por un lado, el neo-Lamarckismo fue descrito como eugenesia “blanda”, al preferir acciones preventivas (eugenesia “preventiva” o “social”), que buscaban la erradicación del alcoholismo, la adicción a las drogas y las enfermedades contagiosas (“venenos raciales”), a la vez que otras medidas ambientales, en concordancia con la higiene social; para un eugenista brasileño, “sanear é eugenizar” (Noguera, 2003; Stepan, 2015). Por otro lado, la eugenesia “dura” del mendelismo anglosajón se inclinó hacia métodos drásticos (como la esterilización y el aborto), rechazando cualquier rol del medio ambiente en la herencia; en palabras de Leonard Darwin, “cuando estudiamos el efecto del entorno, no estamos estudiando eugenesia” (Darwin, 1932: 14).

Los desacuerdos entre los eugenistas latinoamericanos y sus contrapartes norteamericanos se hicieron evidentes en las dos Conferencias Panamericanas de Eugenesia y Homicultura, en 1927 y 1934, que llevaron a la fundación de la Federación Latina Internacional de Sociedades de Eugenesia; esta entidad incluyó a Francia, Bélgica e Italia, además de los países latinoamericanos (Moses y Stone, 2010; Stepan, 2015). Sin embargo, la diferenciación entre eugenesia latina “blanda” y eugenesia anglosajona/germánica/escandinávica “dura” no fue absoluta. Por ejemplo, en la Argentina, Alberto Stucchi (1938: 148) mencionó la eutanasia como un método para “la mejoría de la raza”; en el Brasil, Renato Kehl defendió la esterilización de los “muy degenerados” (Stepan, 2015), y en el Perú, varios autores escribieron a favor de la esterilización obligatoria, como se verá más adelante.


La eugenesia en el Perú

En el Perú, la eugenesia fue una parte importante del discurso médico, social, político y legal de la primera mitad del siglo XX, que fue decayendo hasta su desaparición en la década de 1970. Mientras estuvo vigente, la eugenesia generó enormes expectativas, y algunos de sus seguidores la llamaron “la ciencia de la vida”, “el más brillante porvenir de la humanidad” (Fernández-Dávila, 1940: 48), “la ciencia de la felicidad” (Degregori de Nieto, 1967: 4), “nueva revolución biológica y social” (Cornejo, 1973: 11), y le encomendaron la “cautela (de) la salud de la estirpe” (Bambarén, 1940: 4). Médicamente, la eugenesia buscó el control de las enfermedades hereditarias, que representaban una terrible amenaza para el destino de la sociedad peruana y la humanidad en general. Este propósito se sumó a las doctrinas de la medicina social y la higiene mental (en concordancia con el neo-Lamarckismo), y también con las controversiales propuestas de la eugenesia “negativa”, que fueron defendidas por algunos autores, con la desaprobación de otros. Socialmente, la eugenesia fue asociada con el “racismo científico”, y fue aceptada con entusiasmo por una élite que anhelaba mantener sus privilegios (Orbegoso, 2012; Portocarrero, 2007). En términos políticos, la eugenesia fue utilizada para exaltar un nacionalismo grandilocuente, en consonancia con los tiempos. El discurso de bienvenida de la Primera Jornada Peruana de Eugenesia, en 1939, fue bastante elocuente al respecto: “Esta Jornada (…), fuera de su fin esencialmente nacionalista, trata de vincular al Perú a un movimiento mundial que ofrece bellas y sugerentes contribuciones y alcanza contornos superlativos” (Bambarén, 1940: 6). Legalmente, la eugenesia formó parte de muchos proyectos de ley, pero con pobres resultados; aunque la eugenesia fue aplicada en la medicina social, los certificados premaritales y algunas medidas antimigratorias, las prácticas radicales como la esterilización forzada y el aborto eugenésico nunca fueron formalmente implementadas.




Eugenesia y racismo

Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, el Perú era un país en donde una minoría costeña de criollos (descendientes de españoles) tenía el poder político y económico sobre una población andina mayoritaria predominantemente pobre y a la que se culpaba del “atraso” de la nación. En tales circunstancias, el racismo “científico” se enfocó en validar los privilegios sociales de las clases gobernantes sobre la “irremediablemente degenerada” población indígena, con el supuestamente incuestionable y objetivo respaldo de la ciencia, y en aras del “progreso nacional”. Según José Carlos Mariátegui (1928/2000: 40): “La degeneración del indio peruano es una invención barata de los leguleyos de la mesa feudal”. Sin embargo, a semejanza de otros países latinoamericanos, el mestizaje estaba bastante extendido, por lo cual la diferenciación racial no era tan obvia como en los Estados Unidos o Europa. En este contexto de mixtura racial, el racismo tuvo un carácter “individualizado” (Portocarrero, 2007), y la asociación entre racismo y eugenesia varió desde discursos profundamente racistas y xenofóbicos hasta aquellos que claramente rechazaron cualquier tipo de racismo. El uso de los tests de inteligencia con propósito discriminador contra la población indígena ha sido estudiado por Orbegoso (2012).

No fueron pocos los intelectuales peruanos que expusieron sin ambages sus prejuicios raciales. Por ejemplo, el escritor Clemente Palma (1897: 6, 11, 22, 24) calificó a la “raza india” como “desecho de civilizaciones antiquísimas”, “dotada de una actividad mental casi nula” e “inadaptable a la educación” (Palma utilizó descripciones similares para los “negros” y “chinos”), llegando a insinuar “el exterminio a cañonazos de esa raza inútil”, y clamando por “la inmigración de algunos millares de alemanes”. En palabras del filósofo y educador Alejandro O. Deustua (1937: 14), la población andina vive “bajo el imperio exclusivo de las necesidades materiales, que satisface como las bestias … ¿Qué influencia podrá tener sobre esos seres, que sólo poseen la forma humana, las escuelas primarias más elementales? ¿Para qué aprenderán a leer, escribir y contar … los que no son personas todavía?”; también para Deustua, el Perú “debe su desgracia a esa raza indígena” (p. 68).

Desde una racista y paternalista pero menos fatalista perspectiva, el médico Luis N. Sáenz (1940: 89) consideró que “cierto grado de inferioridad somática y psíquica” de la población andina era consecuencia de “factores de insalubridad”, tales como: “la pésima alimentación, la ausencia de higiene personal, doméstica, urbana y rural, la toxicomanía de la coca y las epidemias que sin control azotan a estos pobladores, ya tarados por las anteriores causas y por la endemia bociógena …”. Asimismo, la abogada Susana Solano (1949: 14) escribió: “La criminalidad entre los indígenas tiene como factores concomitantes, el atraso social en que se encuentran, su estado de semicivilización, su degeneración por la servidumbre, el alcoholismo y el cocaísmo, determinando en ellos taras mentales y psíquicas que repercuten intensamente en su prole hasta perpetuizarse por herencia familiar”. Por lo tanto, de acuerdo con Sáenz y Solano, la “inferioridad” indígena estaba condicionada principalmente por el entorno.

Otros autores no denigraron al indio, pero sí se expresaron a favor de una homogenización racial oponiéndose a la inmigración de ciertos grupos étnicos, en aras de una mítica “raza peruana” (un concepto político y social antes que biológico). Entre estos inmigrantes “indeseables” figuraban los chinos y los japoneses, percibidos como “el peligro amarillo”; como consecuencia, más de 1700 japoneses fueron deportados del Perú hacia los Estados Unidos entre 1942 y 1945, durante la Segunda Guerra Mundial (Moore, 2009). Al respecto, el jurista peruano Enrique M. Gamio (1940: 53, 54, cursivas en el original) dijo lo siguiente en la Primera Jornada Peruana de Eugenesia, en 1939: “El Perú se desperuaniza. Mientras Argentina y Chile tienen un potencial étnico definido, homogéneo, debido a los binomios raciales, derivados de su unión con italianos y alemanes, respectivamente, en el Perú el binomio mongol-africano ha producido excesos de hibridismo. (…) a mayor pureza racial mayor fue el poderío peruano en su historia. (…) cuando la sangre se mezcla (con razas inferiores, se entiende), el espíritu que la anima se desorienta y surge la decadencia”. En su alegato a favor de la pureza racial, Gamio no tuvo reparo en citar un pasaje de Mein Kampf, de Adolf Hitler. Alejandro Benavente Alcázar (1940: 27) habló sobre “nuestra tragedia biológica”, y creyó imperioso “buscar un tipo racial definido cuyos valores heredados y adquiridos sean estables”.

Después de la Segunda Guerra Mundial el racismo “científico” declinó. Ya en la Segunda Jornada Peruana de Eugenesia, llevada a cabo en 1943, el cubano José Chelala refutó la tesis de Gamio, presentada en la Primera Jornada (citada antes), porque la encontraba similar a la ideología Nazi. “La eugenesia y la homicultura … no pueden ser convertidas en instrumentos de luchas raciales, políticas o sociales, al ser aplicadas a las circunstancias especiales de uno o varios países … Todo esfuerzo que tienda a mejorar las relaciones físicas, morales e intelectuales entre los hombres, sin diferencias de razas, religiones o nacionalidad, será una valiosa contribución en el campo de la eugenesia”. (Chelala, 1944: 231)

Según la educadora Irene Silva de Santolalla (1957: 126), la ignorancia sobre los verdaderos principios de la eugenesia “y la inmensa propaganda de la seudociencia … con miras raciales –que busca el abono de una raza determinada para prevalecer sobre las demás- ha dado lugar a una confusión sumamente perjudicial”. En su discurso inicial en la Academia Nacional de Medicina, el Dr. Ricardo H. Cornejo (1973: 12) pidió “que no se tache a los eugenistas de propiciar una aristocracia racista …” porque “la verdadera Eugenesia, moderna y humanista, pretende mejorar la calidad y la felicidad de todos y cada uno de los individuos, sin distinción de razas o de credos”.

Entre los psiquiatras, la retórica racial tuvo diferentes matices, sin llegar a los extremos radicales de Palma o Deustua. En palabras de Hermilio Valdizán, reconocido como el “fundador de la psiquiatría en el Perú” (Mariátegui, 1981: 141): “La frivolidad costeña considera aun hipérbole desdeñosa el calificativo de serrano. (…) Palabra inocente, representa perpetuación del agravio tradicional hecho a la raza fuerte que dominó un día estas tierras de América (…). Creemos necesario educar a nuestros niños en el sentido del respeto y cariño para la raza india, para que el blanco y el mestizo de la costa concedan menos importancia a la pigmentación de la piel (…)”. (Valdizán, 1934: 56)

El psiquiatra Carlos Gutiérrez-Noriega (Gutiérrez-Noriega y Von Hagen, 1951: 151) estudió los efectos del mascado de hoja de coca en la población andina, describiendo una asociación entre consumo crónico de coca, deterioro mental y “estigmas de degeneración”. Se opuso a la idea de superioridad de un grupo racial sobre otro, dijo que las razas eran “entidades de valor auténtico y significativa configuración biológica”, y que “el concepto racista no sólo es digno de consideración sino que tiene valor fundamental” (Gutiérrez-Noriega, 1937: 4, 5). En este sentido, Gutiérrez-Noriega explicaba las diferencias raciales en términos de adaptabilidad ambiental, que no implicaba jerarquías de ningún tipo; por ejemplo, según él, la raza negra tiene una mayor “capacidad de adaptación al medio y al aprendizaje técnico” que los indios (p. 6). Sobre el mestizaje, pensaba que su viabilidad dependía del tipo, ya que “se advierten las diferencias de los mestizos de blanco y negro y de blanco e indio” (p. 37). Gutiérrez-Noriega hizo un estudio de la “psicología y psicopatología del indio”, “descubriéndose el predominio del temperamento esquizotímico, con sus diferentes subformas, y de los caracteres introvertido y asténico, en el pueblo andino. En el indio del litoral se descubren algunas diferencias: es algo ciclotímico, extrovertido y expansivo. … Se formula la hipótesis de un tipo de constitución neuroendocrina predominante entre los indios, el cual sería a buen seguro, -sino son inciertas las observaciones ya establecidas- el suprarreno privo, con hipoanfotonía e hipoortosimpaticotonía. … Los factores psicogenéticos son estudiados en relación a su importancia social y sicológica colectiva. Señálase una deficiente fijación a la personalidad del padre en la fase de complejo de Edipo determinada por deficientes condiciones de la organización familiar del indio. … Estúdiase, finalmente, los factores etnológicos generales, aceptándose la posibilidad de una suerte de neurosis colectiva o trauma ancestral determinada por la represión de las direcciones psico-sociales primarias y por su reemplazo por valores culturales exóticos”. (p. 37)

Se citan extensamente las conclusiones del estudio de Gutiérrez-Noriega para ejemplificar el punto de vista de algunos psiquiatras peruanos, que sin defender abiertamente la discriminación racial o adherirse teóricamente a la ideología de la “superioridad racial”, de todos modos aplicaron sus conocimientos psicopatológicos, psicológicos y antropológicos para establecer el concepto de raza como algo de existencia indubitable, definiendo al indio como un ser esencialmente distinto.


Eugenesia, medicina social e higiene mental

Como se mencionó previamente, la eugenesia en América Latina estuvo ligada a la medicina social, la cual, según el prestigioso Dr. Carlos Enrique Paz-Soldán (1916: 17), “no estudia las taras y vicios orgánicos de los individuos, ni se preocupa por resolver los problemas individuales que determinan los procesos patológicos. Su misión es más elevada. Al estudiar al individuo no pierde jamás de vista que es parte integrante de un conglomerado social”. Paz-Soldán (1935: 31) aclaró que la eugenesia “no debe ser confundida ni con la Higiene, ni con el inmenso capítulo de la Asistencia, ni con la Medicina Social, ni con la Biología, ni con la Sociología”. Alejándose de las posturas pesimistas de aquellos que daban por irredimible a la raza indígena, Paz-Soldán y otros higienistas buscaron la salvación nacional a través de la lucha contra la malaria, la tuberculosis, la sífilis, el alcoholismo, el consumo de coca y otros factores de “degeneración racial”, y también mediante la educación, la actividad física y la nutrición apropiada (Cantuarias, 1944), en concordancia con la visión neo-Lamarckiana de la herencia. Paz-Soldán (1939: 26) estuvo particularmente preocupado por el tradicional consumo de hoja de coca, porque su “masticación tiene muda a la boca indiana y en esclavitud al cerebro de la raza”, clamando por la regulación de dicho consumo y la creación del Instituto Nacional de la Coca. Imbuido por un espíritu “americanista”, Paz-Soldán creía que “el pensamiento eugenésico podía unir a los distintos países desde esta disciplina, en pro de las naciones” (Yzú-Rossini, 2016: 86). El resultado de los esfuerzos de Paz-Soldán fue la fundación del Instituto de Medicina Social en Lima, en 1927 (Mendoza and Martínez, 1999).

Paz-Soldán (1935: 34, 35) apoyó la teoría del “soma ancestral” de Von Grüber, un concepto que debía ser el sustento de la potencialidad de cada nación, por encima del “simple criterio económico”. El soma ancestral, “una especie de sustancia vital difusa … que fisiológicamente es la capacidad procreadora”, manifiesta su calidad mediante cuatro formas: fertilidad, nati-mortalidad, mortalidad post-natal y el poder de modelarse y perfeccionarse por el entorno, un aspecto que es evaluado por la antropometría. Este es otro ejemplo de la influencia neo-Lamarckiana sobre la eugenesia latinoamericana, aunque de origen germánico.

Los higienistas peruanos elogiaron el ideal de la maternidad, que debía constituirse en el deber sagrado de toda mujer; según Paz-Soldán (1935: 35): “El problema Eugenésico de América es un problema de madres, porque eugenizar es rodear a los vientres de toda la dignidad de la raza”. En tal sentido, cualquier propuesta de control de la natalidad fue percibida como una amenaza nacional, porque atentaba contra el futuro de la población del país e iba en contra de la tradición latinoamericana que abogaba por lo opuesto, basada en la premisa de que “gobernar es poblar” (Alberdi, 1915). El control natal podía además promover la lujuria femenina; Paz-Soldán (1934a: 561, mayúsculas en el original) expresó esto en forma elocuente: “La Gran Guerra, con esa visión del SEXO MURIENTE, de que nos habla Toulouse, que puso ante los ojos castos de millones de niñas el espectáculo de aniquilamiento de la carne joven que pudo ser elemento para sus propios hijos, que jamás concibieron, ha sido una terrible escuela de libertad sexual y de caos moral y social. De tal pudridero, como emanación deletérea, han brotado las doctrinas que ensalzan el Neomaltusianismo; que proclaman la propiedad absoluta de cada individuo sobre el soplo vital que permite transmitir la vida; y que hacen la apología del erotismo infecundo como la máxima felicidad”.

En la Primera Jornada de Eugenesia, Sáenz (1940: 88, 89) expresó su rechazo hacia cualquier política de control natal, asumiendo que el Perú “no está sobrepoblado”, y además porque “limita la procreación entre los elementos genéticamente de mejor calidad, (y) aumenta el porcentaje de los elementos generados por progenitores de la calidad menos deseable”.

La infancia también mereció la atención de la medicina social, y la educación debía dedicarse no solo a impartir conocimiento, sino también a entrenar a los futuros ciudadanos en el ideal eugenésico. En palabras de la educadora Carmela Menéndez de Huaco (1937: 20): “Educación significa … el claro entendimiento de parte de todos nosotros, por la seguridad del niño, la cual significa la seguridad de la Nación y de la raza”. Maestros y padres tenían el deber de asegurar la salud somática y psicológica de la infancia, alejándola de la vagancia y los vicios de toda índole, como la masturbación, pues tal hábito “daña física y moralmente” (p. 45). Por tales motivos, la educación sexual adquirió suma importancia. Según el médico Luis Chávez-Velando (1940: 41): “Las bases fundamentales de toda educación sexual son dos: la pureza mental del maestro en el acto de la enseñanza, y la pureza mental del educando. Suprimid cualquiera de estos dos factores y la educación será imposible”. Todo esto generó una vigilancia perpetua sobre los niños y adolescentes, que fue la base de la ciencia de la puericultura. El interés en las “cosas de la infancia” y el futuro de la raza llevaron al Rotary Club del Callao (1934) a organizar un concurso, en el cual resultó ganadora una niña de dos años; ella ostentaba “desde el punto de vista etnográfico, cualidades poco comunes: 1,01 metros de talla, 21, 3/4 de kilo de peso, tórax de 62 centímetros”. La premiada fue descrita como “tipo escultural” y “Eva del porvenir, promesa de mejorías venideras para la raza”; la noticia, publicada en La Reforma Médica de 1934, tenía como encabezado la foto de la niña completamente desnuda.



Los psiquiatras peruanos también promocionaron los aspectos preventivos de la eugenesia a través de la higiene mental. El tema era de la mayor importancia, de acuerdo con el psiquiatra, filósofo y biólogo Honorio Delgado, una de las más significativas figuras de la psiquiatría peruana y latinoamericana (Alarcón y Ruiz, 2002; Galli, 2000). En sus propias palabras: “Para condicionar el máximo bienestar y vigor del género humano, para propender a la buena conservación de los caracteres biológicos apreciables del hombre, y el mejoramiento de aquellos que lo han menester, es para lo que existe la higiene, en su doble aspecto, genético y actual, es decir, eugénico y euténico” (Delgado, 1922: 3). Para Delgado y Bambarén (1918: 110), la herencia no es una “ley de hierro”, porque en los niños las “inclinaciones morbosas … son modificables en gran parte por medio de una educación especial … (que no solo) redunda en provecho inmediato para la colectividad, sino que mejora el tipo medio de la raza”. Delgado le dedicó un capítulo completo a la higiene mental en su difundido Curso de Psiquiatría, que incluía temas de eugenesia psiquiátrica, profilaxis y “promoción de la eupsiquia”; esta última consistía en “fomentar la descendencia de los hombres normales mejor dotados, así la higiene mental no sólo tiene por objeto la prevención de enfermedades y anormalidades psíquicas, sino elevar en lo posible la eutonía y la calidad espiritual de la persona” (Delgado, 1993: 413). Valdizán (1920: 196), por su parte, admitió que no “habíamos llegado todavía al ideal eugénico” de “higidez absoluta de la concepción, de la gestación, del alumbramiento”.

Los defensores de la higiene mental no se conformaron con dejar escritas sus ideas. Por ejemplo, el psiquiatra Baltazar Caravedo-Prado participó en la fundación de la Liga Peruana de Higiene Mental en 1933, y luego propuso “la creación del Consejo Nacional de la Higiene Mental, que incluye el concepto de asistencia de alienados, psicópatas y toxicómanos” (Caravedo-Prado, 1985: 132). Caravedo-Prado estuvo particularmente preocupado por la adicción a las drogas, “pues es sabido los efectos perniciosos que los tóxicos producen, sobre los individuos … comprometiendo sus intereses, los de su familia, y, en resumen, los de la raza” (p. 133). Por su parte, Delgado fue autor de un Anteproyecto de Ley de Sanidad Mental, con el fin de “que sean realidad servicios psiquiátricos y de higiene mental positiva que, pese a su necesidad, todavía no existen entre nosotros” (Delgado 1946: 235).



Examen premarital

Una de las principales exigencias de los eugenistas peruanos fue la obligatoriedad del examen médico pre-nupcial, como medio para impedir la unión matrimonial de seres defectuosos. Delgado (1916) había escrito: “Cuando los matrimonios entre individuos superiores, en el sentido eugénico de la palabra, son más fecundos que aquellos entre individuos inferiores, la nación está en progreso; en el caso contrario está en decadencia. De ahí se deduce que las generaciones actuales son responsables del porvenir de la raza”. En palabras de Vera-Salazar (1944: 362), el objetivo era “obtener una super-raza en constante proceso de perfeccionamiento”. Los eugenistas se atribuyeron entonces la misión de decidir quiénes eran aptos y quiénes no aptos para la reproducción, siendo el examen pre-matrimonial un método para lograr aquello.

Según Menéndez de Huaco (1937: 12): “Ha llegado el tiempo (…) en que no se permita tener hijos sin licencia”. María Alvarado-Rivera (1940: 25) propuso “que se declaren delitos el ‘contagio venéreo’ y el procrear hijos tarados”. El médico Guillermo Fernández Dávila (1944: 105, 106) abogó por “impedir la unión de seres tarados por algún proceso degenerativo ... El engendrar hijos en tal estado patológico es un enorme error y un horrendo crimen”. También el abogado y sociólogo Roberto Mac-Lean y Estenós (1951: 367) fue un defensor del certificado pre-nupcial, “porque la procreación es el objetivo fundamental del matrimonio y es un crimen engendrar o concebir hijos tarados”.

Los eugenistas peruanos encontraron respaldo jurídico en ciertas leyes. El Artículo 1 del Decreto-Ley No. 7282 (1931) ordenaba que: “Las personas que pretendan contraer matrimonio … acompañarán a la declaración: … c).- certificado médico prenupcial sobre el estado físico y psíquico de los contrayentes y su aptitud para contraer matrimonio sin posible peligro para la prole”. El artículo 50 de la Constitución Política del Perú (1933) decía: “El Estado tiene a su cargo la sanidad pública y cuida de la salud privada, dictando las leyes de control higiénico y sanitario que sean necesarias, así como las que favorezcan el perfeccionamiento físico, moral y social de la población”. Asimismo, el Artículo 82 del Código Civil Peruano (1936) ordenaba: “No pueden contraer matrimonio: … 2.- Los que padecieren habitualmente de enfermedad mental, aunque tengan intervalos lúcidos; 3.- Los que adolecieren de enfermedad crónica contagiosa, trasmisible por herencia o de vicio que constituye peligro para la prole”. Vale aclarar, sin embargo, que también el Artículo 142 del Código Civil de 1852 impedía el matrimonio al “impotente” y al “loco y demás personas en incapacidad mental”, en tiempos cuando la eugenesia aún no había nacido oficialmente.


“Eugenesia negativa”

Si bien las medidas eugenésicas “duras” nunca llegaron a implantarse oficialmente en el Perú (exceptuando la campaña de esterilización compulsiva durante los años 1995–2000, ver más adelante), no faltaron algunos que las defendieron. Entre ellos tenemos a Paz-Soldán, cuyo compromiso con la medicina social no fue óbice para su entusiasmo por las medidas eugenésicas de la Alemania Nazi. En un artículo sobre la “Raciología y sus primeras aplicaciones prácticas”, publicado en La Reforma Médica, la revista de la cual era director, Paz-Soldán transcribió la Ley de Esterilización Alemana de 1933 (Paz-Soldán, 1934b), añadiendo los siguientes comentarios: “Entre los recursos extraordinarios a que se ha echado mano, está la siega de la mala planta humana, para que mejor logre éxito feliz, esa mística de ‘Sangre y Suelo’, base del racismo triunfante en el (Tercer) Reich … Una cuestión sí nos parece de la máxima importancia: es que en el Perú, nación sin raza, será muy difícil juzgar objetivamente esta experiencia racista. Por esto, antes de condenarla, recordemos que la Alemania de Hitler, es la misma de Goethe y de Schiller, de Wagner, de Nietchsze (sic) y de Wirchow (sic)”. (pp. 365, 367) En contraste con su postura hacia la esterilización forzada, Paz-Soldán (1933) condenó duramente el aborto, argumentando que “en vano los neomaltusianistas libran campaña por convertir a los médicos a su religión suicida de la raza. … La vida, cuando se anuncia, es para nosotros sagrada”. 

Menéndez de Huaco (1937: 11, 12) expresó su punto de vista como sigue: “El hacer estériles a idiotas, criminales e imbéciles es una necesidad, y llegará a ser algún día parte de un programa mundial (…). Si se llevara a cabo una ley de esta naturaleza, el ejército de parásitos y viciosos enemigos de la sociedad que llenan las cárceles (…); disminuirían de un modo considerable en dos o tres generaciones”.

Años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, la esterilización forzada todavía siguió siendo defendida por varios autores (a diferencia del racismo “científico”, que prácticamente abandonó la retórica de los eugenistas peruanos). Así, Mac-Lean y Estenós (1951: 373) escribió: “El porcentaje alarmante de tarados congénitos -alienados, epilépticos, retrasados mentales, sifilíticos, tuberculosos, alcohólicos, invertidos sexuales, etc.-, constituye una responsabilidad social. La sociedad, en defensa del patrimonio étnico, debe evitar la reproducción de esos infelices. Una de las formas de hacerlo es el control científico de la concepción. … Debemos, por ende, impedir que vengan a la vida esas legiones de idiotas o de locos, de raquíticos o de degenerados”. En su alegato a favor de la esterilización forzada y el aborto eugenésico, Mac-Lean no dudó en exaltar las prácticas eugenésicas llevadas a cabo en los Estados Unidos e inclusive en la Alemania Nazi, países que “han afrontado, con valentía, en beneficio de la pureza y de la selección étnicas, el problema de la esterilización de los tarados mentales” (p. 384). 

También la abogada Bertha Degregori (1967) fue enfática al decir que: “Es necesario, aunque ello resulte doloroso, que la Eugenesia opte por medidas más drásticas. (…) Entonces, cuál debe ser la obligación de la Eugenesia. Impedir que estos seres desquicien a la humanidad (…) El único camino que queda es la esterilización que es una de las medidas eugénicas más efectivas”. De todos modos, se cuidó de hacer la siguiente aclaración: “Y no se entienda que queremos matar o eliminar a los seres nacidos. El fin de la Eugenesia no es ése”. La misma autora propuso un “Proyecto de Ley de Esterilización” (que nunca fue aprobado), algunos de cuyos artículos decían lo siguiente: “Art. 3°.- La esterilización eugenésica será obligatoria para las personas que, conforme al criterio médico, estén atacadas de enfermedades que puedan ocasionar taras hereditarias en la descendencia. Art. 4°.- Se consideran enfermos con males transmisibles por herencia a los que padezcan de las siguientes enfermedades: a) Epilepsia hereditaria b) Esquizofrenia c) Oligofrenia d) Psicosis alcohólica; y e) Otras psicosis siempre que se haya comprobado su existencia en forma aguda. Art. 5°.- La esterilización necesaria se practicará en personas que padezcan las siguientes enfermedades: a) Hemofilia, y b) Diabetes. (…) Art. 8°.- Será obligatorio el aborto, cuando éste se presente en mujeres sifilíticas o tuberculosas que no estén sometidas a riguroso tratamiento médico. Art. 9°.- Se crea el Tribunal de Eugenesia, organismo encargado de autorizar la esterilización en todos los casos previstos en esta Ley”. (pp. 78, 79)

La eugenesia “negativa” no fue aprobada por todos los eugenistas peruanos. El Dr. José Guillermo Lewis (1934), por ejemplo, se opuso “enérgicamente a la esterilización obligatoria y en masa … por considerar que constituye … la denegación absoluta al derecho a la auto-determinación”. En la Primera Jornada Peruana de Eugenesia, Carlos Burga-Larrea (1940: 34, 35) dijo: “No creo (…) que la eugenesia tenga el derecho de modificar la estructura del cuerpo humano, esterilizando al hombre o la mujer (…). Y por qué no creo que todo esto es eugenesia? … Sencillamente porque soy cristiano, católico y tomista”. Habíamos citado previamente la dura oposición de Silva de Santolalla al racismo “científico”; la misma autora dijo también que la “eugenesia negativa”, que se vale “de prácticas como la esterilización, el aborto, la fecundación artificial, el ‘birth control’, etc., es repudiada por la moral cristiana” (lo cual no le impidió afirmar que “Cristo fue el primer eugenista”) (Silva de Santolalla, 1957: 127, 128).

La Iglesia Católica influyó en el rechazo hacia las prácticas eugenésicas más radicales, y cualquier método “artificial” de control de la natalidad, en general (Necochea-López, 2009). No obstante, algunos autores supieron conjugar su fe con sus ideales eugenésicos. “La limitación científica de la natalidad no es antirreligiosa como lo afirman algunos de sus detractores, en nombre de viejos prejuicios”, afirmó Mac-Lean y Estenós (1951: 375). Menéndez de Huaco (1937: 12) se limitó a decir que “aún algunos sacerdotes católicos y eminentes, participan de la idea de la esterilización y control del nacimiento, aunque ellos admiten que nuestra religión Católica lo prohíbe”. Por el contrario, Degregori de Nieto (1967: 67) abiertamente discrepó con el Catolicismo al preguntarse: “¿por qué ahora la Iglesia no quiere salvar a la humanidad del desastre irremediable que significa que los oligofrénicos, los alcohólicos, los tuberculosos, etc., procreen seres defectuosos ya sea física o mentalmente que nunca podrán justificar aquello de que fuimos creados a ‘imagen y semejanza de Dios’? Creemos que la Iglesia no tiene razón valedera para oponerse a las medidas eugénicas …”.

En el campo de la psiquiatría, Delgado y Bambarén (1918: 106) escribieron acerca de los “criminales por naturaleza”, producto de la herencia, para quienes no queda más que la total exclusión de la sociedad, o eventualmente “su extirpación radical, cuando la magnitud de sus trasgresiones al orden social lo autoricen”. El rol de la herencia en el crimen fue investigado en Alemania por Johannes Lange y Hans Luxenburger, a quienes Delgado (1949) citó en una revisión de la historia de la psiquiatría. Adicionalmente, Delgado y Bambarén (1918: 107) postularon el uso de rayos X como un método novedoso para esterilizar a los “alcohólicos por naturaleza” (“Es tan razonable este procedimiento que admira no haya sido ni siquiera preconizado”). Décadas después, los rayos X fueron utilizados por los Nazis para esterilizar a muchas de sus víctimas (Blacker, 1951).

En su revisión sobre la historia de la psiquiatría, Delgado (1949: 17) resaltó la obra eugenésica de Alfred Ploetz y Ernst Rüdin, médicos miembros del Partido Nacional Socialista, y fundadores del movimiento de higiene racial. El trabajo de ambos “comenzó a aplicarse en vasta escala con regulación legal en Alemania el año 1933 para evitar la descendencia de los portadores de predisposiciones positivamente indeseables desde el punto de vista de la higiene de la raza” (Delgado, 1949). En su Curso de Psiquiatría (cuya última edición escrita por el autor fue publicada en 1969), Delgado consideró la eugenesia como “el método profiláctico más efectivo” para los trastornos mentales hereditarios, aunque reconoció que “la eficacia de las medidas eugenésicas en la población general, aunque efectiva como ninguna otra, es limitada, y a largo plazo”, y “no garantiza el aniquilamiento ni de las psicosis endógenas” (Delgado, 1969/1993: 408, 409).

Es interesante notar que en el discurso de Delgado se conjugan, por un lado, una poco disimulada simpatía por la psiquiatría alemana, además de un minucioso conocimiento de las leyes mendelianas, y por otro lado, una adhesión a la teoría de la “blastoftoria” de Auguste Forel, para explicar el daño al plasma germinal por el alcohol, la sífilis y la tuberculosis (una idea claramente neo-Lamarckiana) (Delgado, 1934; Delgado and Bambarén, 1918), y un apoyo entusiasta a la educación, las medidas preventivas (como ha sido explicado) y las terapias psicológicas. Como se mencionó inicialmente, la diferenciación entre eugenesia latina “blanda” y eugenesia anglosajona/germánica/escandinávica “dura” no fue absoluta. Pero es también de resaltar que Delgado aceptara métodos eugenésicos radicales (como ya se dijo), a pesar de su devoción conservadora hacia la Iglesia Católica (que lo llevó a alabar “la perfección de la Cristiandad en la Edad Media” y “la radical superioridad del catolicismo sobre la desviación protestante en la esfera de la moral”; Delgado, 1941: 15, 23), que se oponía a cualquier método de control natal.

Otro psiquiatra peruano que escribió a favor de la eugenesia en la década de 1930, fue Caravedo-Prado (1985: 101, 172): “La profilaxis mental debe ser practicada igualmente en el campo de la eugenesia … Toda vez que los hijos de los débiles mentales son tan susceptibles de convertirse en cargas sociales, la esterilización se asoma como medida preventiva”. Aún en 1970, el psiquiatra Javier Mariátegui (1970: 160, 162–3) definió la eugenesia como “un aspecto de la psiquiatría preventiva”, rechazando su “orientación aristocrática” original, a la vez que la “brutal experiencia” de los Nazis. Como Delgado, Mariátegui advirtió que la “eficacia de la esterilización es pues, muy limitada, y no parece justificar su empleo como medida general”, enfatizando los aspectos positivos de la eugenesia, como el consejo premarital (Mariátegui, 1970: 164).

La ideología eugenésica prácticamente desapareció del vocabulario científico y político a partir de la década de 1970, convirtiéndose en un tabú (Kühl, 2013). Sin embargo, en el Perú del periodo 1995-2000, durante el gobierno de Alberto Fujimori, cerca de 300 000 mujeres y 25 000 varones fueron esterilizados, muchos de ellos sin consentimiento informado o bajo coerción, como parte del Plan Nacional de Planificación Familiar (Burneo-Labrín, 2008; Gianella-Malca, 2011). Si bien el discurso oficial nunca utilizó la palabra “eugenesia” ni “raza”, y siempre enfatizó el carácter supuestamente voluntario de la anticoncepción quirúrgica, existe evidencia de presiones contra el personal de salud a fin de cumplir “cuotas asignadas” de cirugías. Hubo además un evidente sesgo étnico en la población intervenida, conformada casi en su totalidad por campesinas analfabetas de la sierra peruana, a las que claramente se juzgó como “no aptas” para procrear (Burneo-Labrín, 2008; Gianella-Malca, 2011). 



Conclusión

La eugenesia en el Perú tuvo una gran influencia en el discurso social, antropológico, jurídico, médico y psiquiátrico a lo largo de la primera mitad del siglo XX, declinando progresivamente después de la Segunda Guerra Mundial, hasta su desaparición en la década de 1970. La eugenesia peruana fue predominantemente neo-Lamarckiana, por lo que puso énfasis en la influencia del medio ambiente sobre la herencia, y la prevención de las enfermedades, y en tal sentido, se asoció con la medicina social, la higiene mental y el examen premarital. No obstante, hubo autores peruanos que defendieron las medidas “duras”, tales como la esterilización forzada y el aborto eugenésico, inspirados en las políticas implementadas en los Estados Unidos y la Alemania Nazi.


Agradecimientos

Al Profesor German E. Berrios y a Penny Walker, por su apoyo en la elaboración del presente artículo.


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